Intercambio online sobre la coherencia
Lunes 17 de abril de 2023
Una propuesta para aumentar en coherencia personal
¿Cómo registro la unidad interna?
¿Cómo registro la contradicción?
Se llama “El Camino” a este trabajo interno que se sigue para avanzar hacia la coherencia, hacia la unidad de la vida y para evitar la contradicción, la desintegración de la vida. Se trata de la formulación de una conducta en la vida, que se expone a quienes deseen llevar adelante una vida coherente, basándose en dos registros internos básicos: el de unidad y el de contradicción. De este modo, la justificación de esta “moral” se encuentra en los registros que produce y no en ideas o creencia particulares relativas a un lugar, a un tiempo, o a un modelo cultural.
Esta nueva moral se basa en este principio: “Trata a los demás como quieres que te traten”. Y si como individuos queremos lo mejor para nosotros, estamos exigidos por este imperativo moral a dar a otros lo mejor. ¿Quiénes son los otros? Los otros son los más próximos, y allí donde lleguen mis posibilidades reales de dar y de modificar, allí está mi próximo; y si mis posibilidades de dar y de modificar llegaran a todo el mundo, el mundo sería mi próximo. Pero sería un despropósito preocuparme declamativamente por el mundo si mis posibilidades reales llegaran sólo hasta mi vecino. Por ello hay una exigencia mínima en nuestro acto moral y es la de esclarecer o actuar cada cual en su ámbito inmediato. Y es contrario a esta moral no hacerlo, asfixiándose en un individualismo sin salida.
Esta moral da una dirección precisa a nuestras acciones y además fija claramente a quiénes están dirigidas. Y cuando hablamos de moral nos referimos a un acto libre, a la posibilidad de hacerlo o no hacerlo y decimos que este acto está por encima de toda necesidad y de toda mecanicidad. Este es nuestro acto libre, nuestro acto moral: “Trata a los demás como quieres que te traten”. Y ninguna teoría, ninguna excusa, está por encima de este acto libre y moral. Nuestra moral no se refiere a cosas, a objetos, a sistemas, nuestra moral se refiere a la dirección de los actos humanos. Y toda crítica y toda transmisión que nosotros hacemos o aportamos va orientada en el sentido de los actos humanos.
El comportamiento coherente
Esa unidad de pensamiento, sentimiento y acción, esa unidad en el trato que se pide con el trato que se da, son ideales que no se realizan en la vida diaria. Se trata de un ajuste de conducta a esas propuestas, se trata de valores que tomados con seriedad direccionan la vida, independientemente de las dificultades que se enfrenten para realizarlos. Debemos comprender estos planteos como un ir ganando terreno a medida que pase el tiempo. Valen las intenciones si las acciones son sostenidas, perfeccionadas y ampliadas. Esas imágenes de lo que se desea lograr son referencias firmes que dan dirección en toda situación.
Si se quisiera dar alguna dirección a los acontecimientos, habría que empezar por la propia vida y, para hacerlo, deberíamos tener en cuenta al medio en que actuamos. Ahora bien, ¿a qué dirección podemos aspirar? Sin duda a la que nos proporcione coherencia y apoyo en un medio tan cambiante e imprevisible.
Pensar, sentir y actuar en la misma dirección es una propuesta de coherencia en la vida. Sin embargo, esto no es fácil porque nos encontramos en una situación que no hemos elegido completamente. Estamos haciendo cosas que necesitamos, aunque en gran desacuerdo con lo que pensamos y sentimos. Estamos puestos en situaciones que no gobernamos. Actuar con coherencia, más que un hecho es una intención, una tendencia que podemos tener presente de manera que nuestra vida se vaya direccionando hacia ese tipo de comportamiento.
Es claro que únicamente influyendo en ese medio podremos cambiar parte de nuestra situación. Al hacerlo, estaremos direccionando la relación con otros y otros compartirán tal conducta. Por otra parte, si pretendemos coherencia, el trato que demos a los demás tendrá que ser del mismo género que el trato que exigimos para nosotros. Así, en estas dos propuestas encontramos los elementos básicos de dirección hasta donde llegan nuestras fuerzas.
La coherencia avanza en tanto avance el pensar, sentir y actuar en la misma dirección. Esta coherencia se extiende a otros, porque no hay otra manera de hacerlo y al extenderse a otros, comenzamos a tratarlos del modo que quisiéramos ser tratados. Así, coherencia y solidaridad son direcciones, aspiraciones de conductas a lograr. una cierta coherencia, acumulando acciones que dan la sensación de unidad y acuerdo consigo mismo, desechando aquellas que producen contradicción y que se registran como desacuerdo entre lo que uno piensa, siente y hace.
1. La proporción de las acciones como avance hacia la coherencia
Necesitaremos una cierta proporción en lo que hacemos cotidianamente. Es necesario establecer cuáles son las cuestiones más importantes en nuestra actividad. Frecuentemente, nos cegamos por la importancia de una actividad y, de esta suerte, se nos desbalancea el conjunto… al final lo que considerábamos tan importante tampoco se puede realizar porque nuestra situación general ha quedado afectada.
También es cierto que a veces se presentan asuntos de urgencia a los que debemos abocarnos, pero es claro que no se puede vivir postergando otros que hacen al cuidado de la situación general en que vivimos. Establecer prioridades y llevar la actividad en proporción adecuada, es un avance en dirección a la coherencia. Es necesaria na cierta proporción, tratando de ordenar las cosas importantes de la vida, llevándolas en conjunto y evitando que algunas se adelanten y otras se atrasen excesivamente;
2. La oportunidad de las acciones como avance hacia la coherencia
Vivimos entre inconvenientes y contradicciones, pero convendrá no confundir ambos términos. Entendemos por «inconvenientes» a las molestias e impedimentos que afrontamos. No son enormemente graves, pero desde luego que si son numerosos y repetidos acrecientan nuestra irritación y fatiga. Por cierto, estamos en condiciones de superarlos; no determinan la condición de nuestra vida, no impiden que llevemos adelante un proyecto; son obstáculos en el camino que van desde la menor dificultad física a problemas en los que estamos a punto de perder el rumbo. Los inconvenientes admiten una gradación importante, pero se mantienen en un límite que no impide avanzar.
Algo distinto ocurre con lo que llamamos «contradicciones». Cuando nuestro proyecto no puede ser realizado, cuando nos encontramos en un círculo vicioso que no podemos romper, cuando no podemos direccionar mínimamente a nuestra vida, estamos tomados por la contradicción. La contradicción es una suerte de inversión en la correntada de la vida que nos lleva a retroceder sin esperanza. Estamos describiendo el caso en que la incoherencia se presenta con mayor crudeza. En la contradicción se opone lo que pensamos, lo que sentimos y hacemos. A pesar de todo siempre hay posibilidad de redireccionar la vida, pero es necesario saber cuándo hacerlo.
En referencia a los inconvenientes importantes y a las contradicciones, las decisiones que tomamos no pueden estar expuestas a la catástrofe. En términos generales, debemos retroceder ante una gran fuerza y avanzar con resolución cuando esa fuerza se debilite. Hay una gran diferencia entre el temeroso que retrocede o se inmoviliza ante cualquier inconveniente y el que actúa sobreponiéndose a las dificultades sabiendo que, precisamente, avanzando puede sortearlas. Ocurre que, a veces, no es posible avanzar porque se levanta un problema superior a nuestras fuerzas y arremeter sin cálculo nos lleva al desastre. Necesitamos aprovechar la oportunidad, retrocediendo ante una gran fuerza (no ante cualquier inconveniente) y avanzando en su declinación;
3. La adaptación creciente como avance hacia la coherencia
Consideremos el tema de la dirección, de la coherencia que queremos lograr. Adaptarnos a ciertas situaciones tendrá que ver con esa propuesta. Distinguimos entre una desadaptación, que nos impide ampliar nuestra influencia; una adaptación decreciente, que nos deja en la aceptación de las condiciones establecidas y una adaptación creciente que hace crecer nuestra influencia en dirección a las propuestas que hemos venido comentando. La adaptación creciente, aumenta nuestra influencia en el medio y en la dirección coherente. En este proceso de desarrollo es necesaria una adaptación creciente, actuando a favor de la evolución (no simplemente de la corta coyuntura) y haciendo el vacío a las distintas formas de involución humana;
El proceso humano
Necesariamente, aquellos que han reducido la humanidad de otros han provocado con eso nuevo dolor y sufrimiento reiniciándose en el seno de la sociedad la antigua lucha contra la adversidad natural, pero ahora entre aquellos que quieren “naturalizar” a otros, a la sociedad y a la Historia y, por otra parte, los oprimidos que necesitan humanizarse humanizando al mundo. Por esto humanizar es salir de la objetivación para afirmar la intencionalidad de todo ser humano y el primado del futuro sobre la situación actual. Es la imagen y representación de un futuro posible y mejor lo que permite la modificación del presente y lo que posibilita toda revolución y todo cambio. Por consiguiente, no basta con la presión de condiciones oprimentes para que se ponga en marcha el cambio, sino que es necesario advertir que tal cambio es posible y depende de la acción humana. Esta lucha no es entre fuerzas mecánicas, no es un reflejo natural, es una lucha entre intenciones humanas. Y esto es precisamente lo que nos permite hablar de opresores y oprimidos, de justos e injustos, de héroes y cobardes. Es lo único que permite practicar con sentido la solidaridad social y el compromiso con la liberación de los discriminados sean éstos mayorías o minorías.
En cuanto al sentido de los actos humanos, no creo que se trate de convulsiones sin significado, ni de “pasiones inútiles” que concluyan en el absurdo de la disolución. Creo que el destino de la humanidad está orientado por la intención que haciéndose cada vez más consciente en los pueblos, se abre paso en dirección a una nación humana universal. De lo comentado anteriormente surge con evidencia que la existencia humana no comienza y termina en un círculo vicioso de encerramiento y que una vida que aspire a la coherencia debe abrirse ampliando su influencia hacia personas y ámbitos promoviendo no solamente una concepción o unas ideas, sino acciones precisas que amplíen crecientemente la libertad.
¿Qué posibilidades tengo de ser coherente?
El regalo/experiencia
Aspiro una bocanada de aire e imagina que llevo ese aire a mi corazón. Entonces, pido con fuerza por mí y por mis seres más queridos. Pido con fuerza para alejarme de todo aquello que me trae contradicción; pido porque mi vida tenga unidad. No destino mucho tiempo a esta breve oración, a este breve pedido, porque bastará con que interrumpa un instante lo que va sucediendo en mi vida para que en el contacto con mi interior se despejen mis sentimientos y mis ideas.
Alejar la contradicción es lo mismo que superar el odio, el resentimiento, el deseo de venganza. Alejar la contradicción es cultivar el deseo de reconciliación con otros y con uno mismo. Alejar la contradicción es perdonar y reparar dos veces cada mal que se haya infligido a otros.
Esta es la actitud que corresponde cultivar. Entonces, a medida que el tiempo pase comprenderás que lo más importante es lograr una vida de unidad interna que fructificará cuando lo que pienses, sientas y hagas vaya en la misma dirección. La vida crece por su unidad interna y se desintegra por la contradicción. Y ocurre que lo que haces no queda solo en ti, sino que llega a los demás. Por tanto, cuando ayudas a otros a superar el dolor y el sufrimiento haces crecer tu vida y aportas al mundo. Inversamente, cuando aumentas el sufrimiento de otros, desintegras tu vida y envenenas al mundo. ¿Y a quién debes ayudar? Primeramente, a quienes están más próximos, pero tu acción no se detendrá en ellos.
Que nuestra vida crezca superando la contradicción y el sufrimiento. Y que nuestra vida avance, haciendo avanzar a los demás.